sábado, 18 de junio de 2011

Cuando se pierde el poder, lo más valioso caduca.

No se si lo dijo Tamerlan, Gengis Khan o uno de los Borgia.

En un capítulo de mi novela Nace un Fuego, cuando el Sumo Sacerdote y Regente, pierde sus omnimodos poderes, da un traspies en un hueso de gazela abandonado por un buitre en la Pírámide del Poder Sobrenatural, y cae a la vera de unos buitres sobrexcitados por un abundante banquetazo de cambio de jefe. Se hace daño y tarda en levantarse lo suficiente para animar a los zopilotes a comer caliente. Se lo zampan vivo. En aquella época no había abanderado y la gente iba con los tingotanes al aire, y por ahí empezaron. El zopilote mayor, le arrancó el derecho y se armó una buena a ver cual se llevaba el izquierdo.
Hablaba de los ojos, claro, que es por donde empiezan siempre los buitres. Es lo más blandito, luego siguen por otras cosas igualmente sabrosas.

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